Decidí abrirme a los recuerdos y buscar entre todas aquellas historias de trabajo, sola, en equipo, de oficina o en terreno. Experiencias maravillosas y también muy malo ratos.
Y bien pues, lo primero que vino a mi cabeza fue la suerte que tuve que pasar en las apenas primeras semanas del primer trabajo de mi vida (en ese tiempo era otro, claro está). Tenía yo una jefa, como sacada de un cuento de hadas, una película de terror y una serie brasileña pésimamente doblada al español. Una mujer relativamente joven que se comportaba como una señora al más puro estilo Mary Rose Mc Gill. Que se encargaba todos los días de recordarnos que todo lo que hacía, lo hacía a la perfección, una súper Girl cualquiera. Cuando la verdad de las cosas era que efectivamente tenia una capa, pero por ser SUPER hiperquinetica, SUPER obsesiva y SUPER SUPER desordenada.
Trabajábamos en una oficina pequeña, el segundo piso de una casa. Ahí Anita y yo. Y bueno mi SUPER JEFA!.
Mi trabajo constaba de hacer coordinación de cursos de capacitación. De los cuales la mayoría se realizaban en comunas alejadas y pueblos pequeños. Yo me encargaba de todo… (cuando digo todo es TODO), conseguir la sala, conseguir alumnos, comprar los materiales, llevar el café, conseguir calefacción, iniciar el curso, terminar el curso… hasta llamar a cada uno de los alumnos para recordarles que tenían clase al día siguiente.
Y bueno al término de estos cursos generalmente se realiza una entrega de diplomas a los alumnos. Ahí es donde yo hacía los diplomas, llevaba las cosas del cóctel, armaba las mesas de bebida, me encargaba de llamar para que todos asistieran, armaba una presentación audiovisual, los pendones, presentaba a mi jefa, hacia el video, sacaba la foto y entregaba el diploma… (ufff! Todo en menos de 3 horas), bueno si, al más puro estilo de circo pobre.
Generalmente siempre así, corriendo para todos lados, pues las cosas siempre eran “para ayer”. Como días de visitas de supervisión a los cursos de apicultura
(yo, absolutamente alérgica a las abejas), donde me ponían unos trajes blancos para protegerme, pero lejos de verme linda o sexy, era la viva imagen de Neil Armstrong dando el primer paso del hombre en la luna.
No me caracterizo por tener un aspecto muy maduro, en realidad me suele ocurrir que cuando llego a algún lugar, a una reunión a citarme con alguien importante, me ven con cara de “y esta niñita?”, sobre todo cuando se trataba de gente mayor. Donde al terminar las reuniones me llamaban, chiquilla o Lolita.
Pero parecer más joven me sirvió muchas veces, para romper el hielo al llegar tarde a alguna reunión en el campo (por andar perdida en claro), me las ingeniaba para sacar la sonrisa de los caballeros y las señoras que hasta ese momento me odiaban profundamente.
Bueno, ya que pude hacer una pequeña introducción de las cosas divertidas de mi primera experiencia laboral, voy a hablar de lo extremo. Y es que, por mi puesto de trabajo tenía la obligación de viajar constantemente, a veces sacaba la semana sentada en buses rurales por más de 6 horas. (cosa de lo más folclórica, porque una vez sentada entre sacos de harina podría jurar que una gallina me miró fijamente todo el viaje… quizás me conocía de alguna vida pasada).
La semana trágica fue cuando sólo faltó que me atropellaran, todo mal. Pero fue de la que más aprendí.
Lunes: lluvia torrencial en Temuco, yo en el centro, mojada hasta los calzones, dejando papeles y comprando materiales. Un hombre me insulto en una oficina, me mojó (más todavía) una micro, y un degenerado en la calle me dio un agarrón. Sin contar que salí tarde de la pega (…noche oscura, nada veooo…), con el mismo temporal, cuando traté de subirme a mi auto me habían forzado la chapa, tuve que subirme por el otro lado, cuando quise hacer andar el auto, nada, muerto… panne de batería. (si, lo sé, mi culpa…).
Martes: Ya con el auto restaurado, iba de camino a mi oficina, cuando en la calle más transitada el auto que iba delante mío frena inesperadamente, mi auto resbala con la lluvia… y paf! Choque!. Y si, estuve toda la mañana en Carabineros de Chile intentando aclarar el tema, La afectada era una señora, sin corazón, que poco le importó que me deshiciera en explicaciones y lágrimas, definitivamente le dolió más su auto. MAL!
Miércoles: Después de pagar el arreglo del auto que choqué, entre el diluvio universal que cruzaba esa semana, salí en mi cacharro (al que sólo podía subir por la puerta del copiloto), con rumbo a la oficina, cuando noto que no tiene bencina, me dirijo a la bomba… y que creen?, en panne de bencina a 1 cuadra de la bencinera. Llovía copiosamente y yo, con el agua hasta los tobillos empujaba mi auto… mojada llegue a la oficina ese día, claro, nadie me ayudo a empujar la cacharra!.
Jueves: Después de una mañana de reuniones y una tarde de discusiones laborales, por fin me iba a mi casa. Exhausta salí, me subí a mi auto (maldito auto!), por la puerta de copiloto claro, lo encendí feliz de irme a dormir, prendí la calefacción, sintonicé la radio, pongo el intermitente para salir, miro por el espejo lateral…. Horror!, ¿¿¡Dónde esta mi ESPEJO!??. Descubrí con horror que mi espejo no estaba, fue ahí cuando noté que el universo atentaba contra mi. Como se dice en chileno profundo… meada de gato.
Viernes: Viaje flash a Lonquimay, jamás había estado ahí, mi jefa me dio indicaciones para llegar. Debía tomar un bus en el terminal rural a las 8 de la mañana, que me llevaría a Curacautín, donde debía tomar otro bus (el único que me servía) a las 10, para Lonquimay. Todo bien, llegué a mi primer destino, pero 15 minutos más tarde. Ningún bus a Lonquimay hasta las 3 de la tarde (horror!), y yo ni siquiera sabía dónde estaba parada. Llamé a mi jefa.
Yo: Hola!
Jefa: Hola!...como vas?
Yo: mal… el bus llego mas tarde, el otro ya se fue y no hay nada más hasta las 3 de la tarde.
Jefa: Pero como!!!... esto es una ineptitud tuya!, que falta de organización!
Yo: Pero no me puedes decir eso, no fue mi culpa!... no me puedo venir apurando al chofer!!...
Jefa: Bueno!... no sé!, ve como lo arreglas!, solucionalo!.
Y la muy vaca, me cortó el teléfono.
Que hacer?... Después de llamar por teléfono a alguien, para que supieran por lo menos, que andaba en un pueblo perdido cerca de la cordillera, traté de solucionar el problema.
Quizás alguien en la Municipalidad viajaba para allá, quizás podía pagar un taxi (ni soñarlo, si gastaba de mi plata mi jefa no me la iba a devolver jamás). Al final opté por tomar un colectivo que me dejara en la salida del pueblo hacia Lonquimay, estaba decidido, iba a hacer deo’.
60 minutos y no pasaba nada, más que hombre solos en furgones, o camiones con hombres solos también. Además, mientras estaba parada en el peladero, grupos de trabajadores (por supuesto puros hombres) pasaban y me gritaban cosas al estilo “GUASHITA RICAAAA”… o “COSITAAA TAN SOLITAAA”, por mi cabeza sólo pasaba el pensamiento de que si alguien me agarraba, me harían chupete.
Afortunadamente cuando perdía las esperanzas paso una camioneta, un hombre gordito, de unos 30 y tantos, con cara de bonachón.
Yo : Hola, vas a Lonquimay?
Gordito: si…
Yo: Me puedes llevar por faaaa?
Gordito: Obvio, sube!...
Yo: te pasaste, gracias!
Suena mi teléfono.
Jefa: (furiosa)… Dónde estás??
Yo: Camino a Lonquimay… (muy sería)
Jefa: (cambio de tono, ahora muy amorosa) Ay! Galla, cómo lo hiciste?
Yo: Bueno, no dijiste que tenia que solucionarlo, bueno lo solucioné.
Bueno… el gordito resultó ser un ángel, me dejó en la puerta de mi reunión y cuando quise darle mi teléfono (bueno, ya me había llevado a la montaña y no me había hecho nada), por si pasaba por Temuco y necesitaba un favor, se negó. Su respuesta me dejó pensando y agradeciendo al cielo por cruzarme en su camino.
Carlos (Gordito): No te preocupes, si la vida quiere, nos volveremos a encontrar por ahí!...
Después, el viaje de vuelta en bus pensando… toda una experiencia, que no terminó ahí… pero de toda esta semana fue lo que aprendí.
Quién sabe que otras cosas pasarán en mi vida, en mi trabajo, en mis relaciones personales. La idea es guardar lo bueno y aprender de las malas experiencias, pues es allí donde se descubren las fortalezas ocultas, es allí cuando uno aprende a tener tolerancia, paciencia, decisión y a veces valor.
XOXO ...